Bach murió ciego: a lo largo de su vida sufrió varias operaciones en los ojos, ya que su vista siempre fue muy delicada. De hecho, unos días antes de morir, cuando estaba totalmente ciego, despertó con una notable mejoría recuperando parte de la visión. Entonces compuso su última cantata donde el coro da gracias al Señor de una forma muy solemne, y esto fue dias antes de morir.
Y además: Cuando Bach era un niño su padre lo formó musicalmente, aunque le prohibía estudiar por su cuenta las partituras de renombrados compositores italianos de la época (Vivaldi) para no deformar su aprendizaje, escondíendolas en un armario con llave. De noche, Bach se levantaba, las robaba introduciendo palos por las rendijas, y a la luz de una vela o probablemente de la luna, las copiaba nota por nota para poder dejarlas en su sitio cuanto antes, y estudiarlas cuando a él le apeteciera. Obviamente esto no contribuyó a mejorar su visión.
Una versión libre de la Baukernkantate (Cantata de los agricultores) BWV.212 de JS Bach. Un convite atemporal. Lo burlesco, humorístico. La crítica social. La invitación a los placeres más mundanos. En conjunto, son conceptos que parecen de lo bien lejanos a las expresiones musicales de épocas remotas. Como los encuentros entre diferentes disciplinas y estilos de musicales, los caminos cruzados que amalgaman discursos aparentemente contrastados en un solo movimiento.
Johan Sebastian Bach y su cantata campesina BWV 212 es una arma exquisita para desmontar esta creencia. Esta última cantata conocida es, precisamente, un muestrario de posibilidades diversas que se conectan y construyen una fórumla particularmente plural y efectiva.
Estrenada en un castillo en 1742. Compuesta por un gobernante y recaudador de impuestos que ascendía al poder a quien se elogia y critica su estructura literalmente oligárquica y cohabita en mundos absolutamente paralelos.
Con la utilización de canciones y danzas populares mezcladas con estructuras de corte noble y insinuadoras seducciones los placeres carnales y alcohólicos, Bach nos extiende una mano que cruza 273 años para invitarnos a la mesa, con una cantata que termina en una taberna donde la cerveza es el brebaje unificador. El convite está servido.
La Fura dels Baus y Divina Mysteria atienden como comensales reservando nuevas cruces interdisciplinares, donde las músicas electrónicas, la imagen multimedia, el flamenco y una poética contemporánea del espectáculo quieren resignificar al público actual: un precepto atemporal e inherente a la Cantata de los agricultores BMW 212, el de conmover y deleitar sin barreras ni limitaciones.
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